lunes, 26 de marzo de 2012


 Huir de mis recuerdos



 He vuelto a soñarlo otra vez. Una sensación horrible recorre cada centímetro de mi cuerpo: angustia, miedo, impotencia. Siento un fuerte golpe y despierto. No puedo evitar ver esa imagen cada vez que cierro los ojos.

Miro a mi alrededor. Estoy temblando, gotas de sudor frío caen a lo lago de mi cuerpo. No pasa nada, estoy en mi cama. Cierro los ojos y vuelvo a sentir miedo. Cuando este sentimiento me invade y los escalofríos recorren todo mi cuerpo revivo cada instante, cada horrible momento que viví.

No sé si quiero recordar, pero no puedo huir de mis recuerdos. Era de noche. Yo caminaba. No recuerdo muy bien por qué, pero esa día decidí tomar otro camino. No había nadie a mi alrededor aunque yo miraba constantemente hacia atrás. Me repetía lo paranoica que estaba por pensar que alguien me seguía. Estos recuerdos van a hacerme enloquecer. Siento un fuerte dolor en el pecho, esa angustia, tal vez culpabilidad. No fue culpa mía me repito una y otra vez pero no puedo evitar sentirlo así. Si hubiese ido por el camino de siempre... Quién sabe si hubiese podido evitar su muerte.

Vi una sombra en la puerta de una casa y me entró un poco de miedo, he de reconocerlo. Me crucé de acera y seguí caminando, pasé de largo y comencé a andar más deprisa. Unos pasos se aproximaban detrás de mi. Yo andaba cada vez más rápido. Empecé a correr, asustada por todas esas historias de chicas violadas que había escuchado. Todos pensamos que no nos va a pasar a nosotros hasta que nos pasa. Miré hacia atrás cuando giré la esquina de la calle, no había nadie. Menos mal, pensé, pero lo peor estaba aun por llegar. Un poco más tranquila seguí caminando y entonces fue cuando escuché una voz que decía algo, no lo entendía muy bien. Volví a mirar y no vi a nadie.

De pronto un hombre apareció ante mí, dijo algo que no recuerdo. Sentía como cada centímetro de mi cuerpo temblaba. Creía saber lo que iba a pasar, pero no imaginaba que fuese a acabar así. No quiero recordar. Solo quiero borrar esta historia de mi cabeza. Echar a esos fantasmas que me visitan cada noche cada vez que cierro los ojos. No he vuelto a pasar por allí.

Me empujó fuertemente contra la pared. Estaba paralizada, no podía ni moverme. Sentía su aliento en mi cuello, me susurró cosas que no puedo reproducir. Me hizo sentirme débil, frágil, una muñeca de trapo. Me tocó, no podía moverme. Notaba como las lágrimas caían por mis mejillas. Sabía que era lo que quería de mí y no podía hacer nada por evitarlo. Era más grande y más fuerte que yo. Me tenía sujeta. Su cuerpo me aplastaba contra la pared. Entonces noté como se desabrochaba el pantalón. No sé muy bien como tuve el valor, quizá hubiese sido mejor no tenerlo. De haber sabido lo que ocurriría después no sé si lo hubiese tenido. Le golpeé con la rodilla y me escabullí como pude de entre sus brazos. Corrí. Corrí tan rápido como nunca antes recordaba haberlo hecho. Sabía que vendría detrás de mí y no me equivocaba, pero tenía demasiado miedo como para mirar atrás.
Fue entonces cuando recordé que alguien me dijo que en caso de verme acorralada gritase fuego, pues ante el fuego siempre la gente reacciona. Y así lo hice. Corrí tan rápido como mis piernas me lo permitieron gritando fuertemente, todo lo fuerte que mi voz temblorosa me dejaba. Estaba nerviosa, tenía miedo. Sabía que era difícil escapar. Corrí oyendo como él también corría, tropecé y caí. Me cogió. Ahora estaba enfadado. Me golpeó en la cara. Volvía a ser una muñeca de trapo a la cual zarandeaba. Me insultaba, veía en su mirada lo enfadado que estaba. Volvió a tocarme. Yo estaba paralizada. Me rompió la camisa. Me tocaba tan fuerte que me dolía. Notaba un bulto en mis piernas. Estaba tan asustada que no podía hacer nada pero tuve suerte, menos que el chico que me oyó y vino en mi ayuda.

Me siento mal. Todas las noche revivo ese momento, no pude hacer nada. No supe ni su nombre hasta horas después. Pero me salvó dejando esta horrible culpa en mí. Después supe que me había oído gritar y al ver a ese horrible ser golpeándome no pudo evitar venir a ayudarme. De un empujón lo quitó de encima. Casi arrastrándome me escondí entre unos coches. Quería correr, huir, pero no podía. Tenía el cuerpo dolorido, temblaba y no podía parar de llorar. Aun seguía paralizada.

Oí como discutían, hubo empujones, puñetazos, un cuchillo y pasos que se alejaban. Lo siguiente que vi (gran pausa agachando la cabeza) fue su cuerpo, el cuerpo de aquel chico que no debía tener mucha más edad que yo tendido en el suelo y un gran charco de sangre. No fue culpa mía me repito una y otra vez, pero no puedo evitar sentirlo así. Si no hubiese gritado no habría salido en mi ayuda y ese cuchillo no lo habría matado. Si no hubiese ido en esa dirección, si no hubiese cambiado de camino, si esa noche no hubiese salido. Cogí mi móvil y llamé a la policía, pero cuando llegaron era demasiado tarde, había muerto. Había muerto por ayudar a una desconocida. Cambió su vida por la mía y no puedo evitar llevar esa culpa en mí.

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